Extraído de aquí
Escritor de mediodía. Comercial en una empresa de congelados, en las pausas para comer escribió un libro.
-¿Que si estoy contento? Sí, claro, por supuesto que sí. Hace ilusión.
-Porque usted no había hecho nada parecido. ¿O sí?
-Lo más parecido que había hecho había sido escribir un artículo sobre congelados para una revista de congelados. Tres o cuatro páginas, si no recuerdo mal. Y bueno, alguna poesía, también, de vez en cuando...
-Bueno, pues cuénteme la historia, por favor. Dígame cómo un especialista en congelados acaba publicando un libro de ficción. Una novela.
-Mire, el que empezó esto fue mi hijo, que tiene unos amigos que se dedican al cine y que hace un tiempo tuvieron la idea de hacer un documental sobre los mineros de Serón.
-Serón, en Almería. Su pueblo, ¿no?
-Exacto. Para mí los mineros de Serón son un tema porque cuando yo salí de allá, a los 16 años, justo acababan de cerrar la mina, de hecho eso desencadenó un éxodo tremendo, todos los mineros se quedaron en el paro y tuvieron que irse. Eso fue en el 68. Un año muy, muy difícil, allá.
-¿Usted se fue por eso?
-No. Bueno, en parte sí, claro, cerraron las minas y cerraron también muchos negocios, ya sabe, esas cosas son como un dominó. Yo en particular, y de hecho muchos jóvenes como yo... Había pocas perspectivas.
-Hablábamos del documental.
-Sí, el documental. Bueno, el asunto es que lo dejamos a medias. Contactamos con varios antiguos mineros, gente que vive aquí, en Barcelona, y los entrevistamos, pero no pudimos acabarlo por falta de presupuesto. A mí me supo mal... por ellos, sobre todo, por los mineros. Pero, en fin: prefiero pensar que está en stand-by.
-¿Y la novela?
-La novela vino enseguida, porque al no poder hacerse el documental yo pensé: «Me gustaría escribir un libro». Sobre ellos. Sobre los mineros. Esa fue la idea original. Lo que pasó fue que vi que no daban para un libro muy grande, y entonces pensé en escribir la novela. Una novela que acabó siendo un homenaje a todo.
-¿A todo?
-Bueno, a muchas cosas relacionadas con mi niñez, con mi origen. El título ya dice mucho: Viaje al sur. Es un homenaje a los mineros pero también a las mujeres de los mineros. Yo recuerdo la angustia de mi madre, por ejemplo, cuando la sirena de la mina sonaba a deshoras, y la angustia mía, porque eso se pega...
-Ah. Su padre era minero.
-Sí, sí. Trabajaba en la mina. Yo no descansaba hasta que volvía a casa.
-En otras palabras: si no cierran esa mina, igual era minero.
-No lo sé, creo que nunca acabé de planteármelo. Piense que de todos modos yo vine muy joven, con 16 años... A una edad en la que uno no ha tenido tiempo de decidir nada.
-¿Se vino con lo puesto?
-Je, je. Más o menos. Con un billete de 1.000 pesetas que me había dado mi madre y un billete para el tren. Mi padre tenía un primo en Barcelona que me consiguió mi primer trabajo, en una fábrica de tornillos.
-De una fábrica de tornillos a una empresa de congelados. Seguro que hay una historia.
-Bueno, la historia de encontrar uno su lugar en el mundo, simplemente. Para resumir, fui camarero en L'Hospitalet, luego trabajé con un prestamista, luego de encargado de un restaurante, luego fui comercial de frutas, luego chófer de camión... Luego tuve tres camiones, o sea, una pequeña empresa de transportes, y más tarde, unos años después, acabé en lo de los congelados.
-Volvamos a la novela. ¿Dónde la escribió? ¿En su casa, de noche?
-No, es menos romántico que eso: la escribí sobre todo a mediodía, en el despacho, en la pausa para comer. Pero si tenía algo, no sé, impostergable, acuciante, algo que tuviera que acabar ya, lo acababa en mi casa, por la noche. Igual... No sé: es la primera novela escrita en Mercabarna.
-Igual sí. Déjeme ver... ¿Bubok? Es una editorial de internet, ¿no?
-Sí. También fue idea de mi hijo. Vio que por ahí se podía y lo hizo. Mire la portada. Esa casa.
-Sí.
-Es la mía, en Serón. Bueno, la de mis padres, quiero decir. Y mire. Esta ventana. Esta. Es la de mi cuarto.
-Que todavía es su cuarto.
-Todavía.
-¿Qué le dicen sus lectores?
-Bueno... La verdad es que la ha leído poca gente, ya se imagina. Amigos, gente del pueblo. Y claro, a ellos les gusta mucho. Y mi madre... Un día le dije: «Mamá, ¿has leído mi libro?» Y ella me dice, pobrecita: «Voy por la quinta vez...»
Comentarios
Bonito apelativo ese de "escritor de mediodía".
Besetes!