El médico ha entrado en la habitación [...]. Pero baja la voz, empieza a contar una historia. Érase una vez una niña que siempre estaba leyendo, subida en los árboles. Un día la llaman para cenar, no quiere bajar más. Cae la noche, pero no tiene miedo. A lo lejos se oye el trueno. A lo lejos los relámpagos desgarran el cielo claro. Es la historia de una niña encaramada a una rama, que no come ya más que libros.
Él va inventando para ella, duda un poco a la hora de elegir las palabras, porque a veces las palabras pesan demasiado.
La niña no se mueve de allí, durante días y días, la llaman, le suplican, acercan escaleras y taburetes, le prometen el oro y el moro, le prometen la luna.
Él sigue contando sin mirarla, busca la magia de las historias de una noche, la dulzura perdida de la infancia. Ella espera. Llora en silencio.
Es la historia de una niña que mastica papel, páginas y páginas. Muy pronto todo su cuerpo se vuelve gris, la lluvia deja estelas de tinta en su piel. Muy pronto encoge, se vuelve pequeñita, fina como un pergamino gastado, como el pan de oro quizá. Se llevan las escaleras y taburetes. La dejan desaparecer subida en una rama. [...]
Una noche estalla una tormenta y colma ese silencio. Las ramas se comban ante el viento enfurecido. Una furia gigantesca, como nunca se había visto. Por la mañana, la niña ya no está allí. Ha dejado escritas unas palabras en el árbol, garrapateadas en un papel. Unas palabras que ya no pueden leerse.
(Fragmento de "Días sin hambre" de Delphine de Vigan, editorial Anagrama).
Uno de mis descubrimientos de este año: la escritora Delphine de Vigan. Primero, con "Las horas subterráneas" y ahora con "Días sin hambre", su primera novela autobiográfica sobre la anorexia. Ganas inmensas de seguir leyendo lo que ha escrito esta francesa...
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