Si nos fijamos, pues, en la composición de la obra observamos el atrevimiento que comporta la elección de la escenografía, en la cual la vivienda de los Delle Rose se materializa como un cubículo que gira sobre sí mismo y sobre el que se sobre-impresionan imágenes y coloridos a lo largo de la obra. Si bien esta apuesta sorprende por su audacia artística, el aislamiento de la vivienda sobre un escenario vacío enorme hace difícil captar el contexto espacial y social de la obra, dejándola en un limbo difícil de concretar para el espectador. A esto se suma la opción por una iluminación de poca intensidad y el uso de tonalidades musicales de ritmo étnico, con el objetivo de darle un toque más intimista a la representación y apelar a aquello más emocional que uno lleva dentro. (De aquí)
Admito que ir al teatro me llena de energía, aunque esté tan cansada y agotada que dude de que voy a poder aguantar casi 3 horas de representación. Pero cuando un montaje es bueno consigue, como he dicho, llenarme de energía, cargarme las pilas y disfrutar de una obra como la que traigo hoy aquí.
Desconocía el texto de Tennessee Williams (creo que necesito urgentemente hacerme con su obra completa, porque todo lo que he visto de él me ha entusiasmado) y no sé hasta qué punto Carlota Subirós, la directora de la obra, lo "ha manipulado" en el buen sentido del término.
De la obra me ha gustado su ritmo bien levado,su escenografía tan simple como efectiva y evocadora, y unos actores, en especial Clara Segura (Anna Magnani total) y Bruno Oro, que sustentan muy bien una historia que enamora desde los primeros minutos en que su engranaje se pone en marcha.
Un diez...y el teatro lleno...
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