Tout ce que
l’on aime devient une fiction
(La nostalgie heureuse, Amélie Nothomb)
Termino una jornada laboral de pesadilla pero sé que al
final de la tarde me espera algo bueno. Amélie Nothomb está en Barcelona y voy
a ir a verla. Por fin. Tras muchos años siguiéndola, finalmente voy a poder verla y
escucharla. Viene a presentar “Barba azul”, una reescritura del cuento de
Perrault del mismo nombre. Hace días que lo he leído y he recuperado a la
Nothomb que me gusta: la que cuenta una historia que engancha, la Nothomb que
juega con el lenguaje y la Nothomb que da una vuelta de tuerca final.
Nothomb empieza a interpretar su personaje nada más pisa el
escenario del Instituto Francés. Lleva su característico sombrero de copa y
empieza a beber champán como si nada. Contesta a la retahíla de preguntas
profundas que le plantean con sencillez y buen humor. La escritora también
contesta al público. Admite su ignorancia con respecto a la
literatura española, pero a la vez afirma que el Quijote es su libro favorito
(aparece en esta novela). Habla de por qué ha querido (re)crear a Barba Azul,
un personaje oscuro al que ha intentado ver con otros ojos y por último, cuando
le preguntan por qué consigue escribir tanto nos confiesa que el secreto se halla
en no parar de escribir ni un solo día.
Hay que aprovechar la herida cuando
empieza a sangrar, nos dice, y hay que dejar que esa sangre salga y salga. Si se deja cicatrizar esa
herida, c'est fini. El flujo se detiene y habrá que esperar que vuelva a
abrirse otra nueva.
Cuando me acerco a ella y veo que empieza a hacernos
preguntas, mi francés se encalla en mi garganta. Nothomb sigue interpretentando su
papel de escritora extraña pero a la vez sumamente cercana y eso me descoloca
un poco. Constato que tiene algo de especial. Y de hecho, lo comentamos con
varias personas antes de este encuentro...
Todas hemos recordado el momento
exacto en que hemos leído algún libro concreto de Nothomb. Todas, por motivos
distintos, guardamos un recuerdo demasiado personal de alguno de sus libros y
ese creo que es el motivo de por qué le perdonamos que no todos sus libros estén
a la misma altura. Es el motivo, pues, sospecho, de por qué consumimos, incansables, cada año nuestra
pequeña dosis de Nothomb. De por qué siempre estaremos ahí, atentas y convencidas, de que esos momentos volverán a repetirse.
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