Me detengo en la boca del garaje donde mis padres guardan sus coches. Tengo miedo. Espero justo donde empieza la rampa, aspirando el olor a neumático y gasolina; enfrente hay una papelería con un luminoso morado que acaba de encenderse, y todo está impregnado de humedad. Le doy vueltas a lo que me acaba de pasar; lo que más temo es estar volviéndome loca. Al mismo tiempo, es la primera vez que permanezco en la calle sola después de mi castigo y, junto al miedo, siento una maravillosa sensación de oscura libertad, como si de repente fuera capaz de precipitarme con placer desde un noveno piso. La luz de la papelería se proyecta agradablemente sobre la acera, insuflando al aire una leve vibración que, al mismo tiempo que llena el pequeño trozo de calle de resonancias, la convierte en un lugar tan íntimo y recogido como el salón de mi casa por la noche, cuando encendemos la lamparita. Lo último que quiero ahora, sin embargo, es volver a mi casa; me gusta estar a solas en la calle, acechando, espiando yo, y sintiendo además que desafío mi castigo y la insoportable sensación de culpabilidad que a ratos me invade.
(Extraído de La ciudad feliz de Elvira Navarro, Premio Jaén de Novela)
Tenía muchas ganas de leer esta novela, tras el deslumbramiento que me produjo Elvira Navarro con su primera obra. Quizá por ese inicial asombro, me haya quedado un poco coja con esta. Me ha gustado y la prosa sinestésica de Elvira Navarro me sigue encantando pero no ha sido lo mismo... No obstante, voy a seguir muy de cerca lo que esta muchacha escriba. Vale la pena (!)
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