Vivimos en un mundo repleto de etiquetas. Las tuyas, las mías, las del vecino. Nos gusta compararlas, revisarlas, juzgarlas y observar si encajan con las nuestras, que siempre son mejores o peores según el día. Hay gente que hace lo que sea por obtener una etiqueta. Hay otra que hace lo imposible por dejar atrás algunas. Quién fue el primero que las creó es todo un misterio: nuestros padres, nosotros, los amigos, el resto de los mortales, da igual. Seguimos fieles a ellas, a veces de forma inconsciente, no sea que redibujarlas o reestructurarlas nos resquebraje nuestro mundo y personalidad. En ocasiones viene alguien externo y nos cuelga una nueva y la añadimos a la colección; otras veces aparece alguien que te arrebata de un plumazo alguna que creías que iba a estar siempre contigo. Pero da igual, eso no cambia lo sustancial: andamos siempre caminando entre ellas, un@s cargando con ellas, otr@s liberándose de ellas, siempre sorteándolas y a la vez, entremezclándonos con ellas. Y tan felices andamos, creyéndonos libres, y ajenos a éstas, cuando en realidad no lo somos ni por asomo. No nos vendría mal recordarnos a nosotros mismos cuáles son verdaderamente las nuestras, no las que deseamos o nos atribuyen los otros...
Imagen extraída de este blog de Art Déco
Comentarios
Nos publicitamos para que nos etiqueten, usamos marcas con etiqueta para que la etiqueta que nos pongan sea de nuestro agrado. En mi caso me considero un fraude, un hipócrita etiquetado ya que llevo ropa de marca, luzco etiqueta y sin embargo odio las etiquetas, confundimos las etiquetas con los contenidos... y así nos va.
Muchas etiquetas que nos ponemos nos hacen sentirnos más seguros porque nos incluyen en un grupo social.Ya que es algo inevitable, sepamos asumirlo.
Un saludo