Ayer, cargadita de pereza y estresá con todo lo que tengo entre manos, me toca a ir a Barcelona. Nieva un poquillo así que decido que es hora de estrenar y saber un poco cómo va mi cámara nueva... Es increíble pero pese a tenerla desde hace semanas, hasta ayer no me dio por probarla y saber cómo iba. Yo y las cámaras no somos muy buenas amigas... En fin, que me voy a currar y me voy con tiempo (no voy a fiarme de RENFE, ¡que nos conocemos!)... Llego a la ciudad condal, cada vez cae más nieve, pero voy tranquila. Me llaman por si quiero anular el curro....no, no hace falta, ya estoy por aquí. Me tomo mi 'coffee'. Veo a las camareras jugando a tirarse bolas de nieve (¡real!), veo a un grupo de amigos emocionarse y salir afuera a echarse unas fotos. Por el camino, ya he estrenado la cámara. Salgo, empiezo a andar...silencio total por esas calles del barrio más pijo Barcelona. Cúmulo de nieve de repente...llego tarde, pienso en RENFE, buf...esto es precioso pero cae nieve que no veas. Decido anular finalmente el curro. Me vuelvo. Oigo las frases de la gente: qué bonito, pues sí...realmente es bonito, los árboles cuajados de nieve (¡). Las calles están preciosas. La gente saca sus cámaras, la gente dispara sin parar. La gente sonríe. Es lo que tiene la nieve: nos pone tont@s a quienes no estamos acostumbrados a verla. Ando por una gran avenida, mirando al suelo, veo escrita la palabra ‘Viva’. Pienso en la nieve (¡viva!), pienso en Mark Oliver Everett y en el libro, terminado hace escasamente unas horas. Sigo andando. Me paro. Retrocedo, tomo una foto...si alguien se tomó la molestia de escribir esta palabra sobre la nieve, al menos tengo que recogerla con mi cámara. Le debo eso a la pobre palabra y a quien la escribió. Wordsarevitamins! Veo colas a lo lejos. Las bocinas empiezan a sonar. Las frases bonitas se convierten en otras cosas, me adentro en el metro, caos total. Consigo colarme y paso rapidísimo la marabunta de gente. Bajo las escaleras. Veo una escena que me recuerda a uno de esos documentales de metros de Tokio que alguna vez he visto en la tele. Demencial. Bajo. Claustrofóbico. Espero y llego a la central de trenes de Sants. Alguien anuncia que cercanías ha cancelado t-o-d-o-s los trenes (¿mande?), esto debe ser una broma, que ya se sabe que los de RENFE de cachondeo saben un rato. Pues no, no es broma. Como tampoco lo es que los buses tampoco van y si alguien ve un taxi libre que rece lo que primero que sepa aunque no crea en nada. Encuentro la solución a cómo salir de ahí. Pasa por ir a otra localidad donde me vendrán a buscar. Una vez llego y espero, en un lapso de 15 minutos se me acercan 7 personas (¡todo un récord!), no sólo para preguntarme sino incluso para darme amablemente información que ni he pedido. La monda. En fin, llego a casa. Intento quitarme el cabreo de pensar que sucede algo tan ‘imprevisto’ como que caiga nieve y conseguimos ser por un día la ciudad más desorganizada y caótica del planeta. ¿Cómo puede pasar esto aún en Barcelona? No quiero pensar qué sucedería si ocurriera algo realmente grave. Es increíble, pero bueno he llegado a casa, contenta, y pese a todo... viva.
Comentarios
Hace tiempo que estoy preparando una segunda novela (bastante más larga que la primera), y me planteé lo necesario para poder terminar con el mundo.
Me fijé en las cientos de historias que e leído y visto, en los cientos de villanos y planes maléficos para terminar con la civilización. Pero nada, nada me gustaba, todo me parecía demasiado complicado y enrevesado para mi gusto.
Al final opté por algo simple, algo minimalista, por romper con la esencia de la civilización: El orden.
No importa si es nieve, lluvia, viento, agua, electricidad, temblor, un meteorito, un ejercito, armas químicas, extraterrestres... los peores enemigos, somos nosotros mismos y el caos.
No podemos dominarlo, por definición, es caos. Luego si queremos destruir el mundo, no hace falta elaborar un gran plan con un gran ejercito... no, solo tenemos que cortar la luz una semana en una ciudad, y terminarán matándose unos a otros.
Por eso me hacía gracia lo que veía en las calles y en las noticias estas horas. Cae un poco de nieve y viajamos a la edad de piedra. Y es que si no hubiera visto el desarrollo de los acontecimientos, si hubiera aparecido sin más en medio de la ciudad, podría haber pensado que a ocurrido un holocausto, que nos han invadido, que a sucedió algo terrible, pero no, solo cayó nieve del cielo.
Lo mejor de todo: hace dos días que nos advirtieron a todos de que iba a caer bastante nieve. Me encanta la sociedad... xd