Extraído de:
Un libro para niños basado en un crimen real de Chloe Hooper
(Leído hace mucho...)
Respiré hondo e intenté aconsejarles que lo más importante era permanecer siempre fiel a uno mismo.
Billy: A veces, cuando alguien cuenta un chiste, tienes que mentir porque, si todo el mundo se está riendo y tú no sabes de qué, tienes que reírte con los demás.
Señorita Byrne: Si todo el mundo tira piedras, ¿tú también las tirarías?
Henry: Eso no es mentir. Tirar piedras no es mentir.
Señorita Byrne: Pero si te ríes, ¿estás siendo fiel a ti mismo?
Billy: Es que, si no sabes de qué se están riendo todos los demás, y tú estás ahí como un bobo, te da un poco de vergüenza.
Señorita Byrne: Me parece que tú crees que hay mentiras blancas y mentiras negras y, quizá también, mentiras grises.
Eliza: Y mentiras rosas.
Billy: Y mentiras amarillas.
Todos empezaron a gritar los colores de sus embustes favoritos. Yo seguí allí sentada dejando que me cubriera aquel arco iris. Me sorprendía lo chapucero que era su sentido de la moralidad. La mezcla de amoralidad e integridad, inocencia y sofistificación. En esencia, era la mezcla de su parte infantil y su parte adulta. La defensa que hacían del equilibrio me parecía que denotaba sagacidad: no podía haber demasiadas mentiras y no podía haber demasiadas verdades. No podía haber demasiadas cosas buenas ni demasiadas cosas malas. Pensé en los últimos días. No podía haber demasiados sueños ni demasiada realidad.
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