Fragmento de La ciudad en invierno, de Elvira Navarro (Ed. Caballo de Troya y DeBolsillo),
Artículo de Vila-Matas
Cuando sus padres se peleaban, tendía a sentirse triste por las trifulcas, que podían durar días enteros; sin embargo, ahora no se sentía triste, sino culpable, ya que en el fondo se estaban peleando por tener que estar en el campo, es decir, por ella. Después de un rato de caminar alrededor de la cabaña, le dieron ganas de internarse en el bosque, y al principio dudó y se quedó quieta, fija su mirada en la espesura, con una inquietud excitante e idéntica a la de sus paseos por la ciudad. Dio unos cuantos pasos en la oscuridad y se detuvo de nuevo, con expectación, como si tuviera que ocurrir algo. Por entre las copas de los árboles llegaba el fulgor claro de la luna, y un aire húmedo, frío, con olor a pino, a tierra y a resina, la envolvió agradablemente. La angustia y la sensación de extrañamiento se habían evaporado, y el paisaje nocturno le recordó de nuevo a la postal que tenía en su habitación. Le parecía estar franqueando el sendero del bosque alsaciano, aunque allí no había ningún sendero. Caminó siguiendo la pendiente hacia abajo, en línea recta para no perderse, y conforme fue adéntrandose la vegetación se hizo más spesa, hasta que sólo se distinguieron los troncos más cercanos y las copas recortadas contra el firmamento. Cerró los ojos y siguió andando mientras escuchaba el crepitar de la pinocha seca. Se movía muy lentamente, con los brazos extendidos hacia delante, y cuando los posaba en algún tronco recorría levemente la corteza, cuya aspereza le hacía cosquillas en la palma de la mano y se la dejaba llena de resina. El frío empezó a calársele en los huesos, pero se resistió a volver al prado, y avanzó un centenar de pasos más en aquella increíble quietud, en la que de vez en cuando se escuchaba el ulular de las lechuzas o los movimientos tímidos de algún animal que saltaba a su paso e iba a guarecerse entre los montones de piñas. En dos ocasiones abrió los ojos después de escuchar un revuelo bajo sus pies. Se agachó para mirar atentamente el suelo, pero el ratón, la culebra o el insecto se habían esfumado en la noche.
Brenda Lee - One Step at a Time
Comentarios
¡Saludos!
Gracias enero por leerte el artículo...ahí se cuentan más cositas...ya que este fragmento no es representativo del libro, que es más bien oscuro y difícil de olvidar...no digo más! Sigo haciendo cábalas de qué les dan en el sur para que escriban tan bien...
Saludos Möbius y aprovecho para felicitarte por aquí el año! :)))
abraçaaada.
He pasado por casualidad y me llamó la atención otro post en el que deshabilitaste los comentarios... cuantas historias se intuyen dentras de unas simples palabras... ¿no?
Por cierto, que bien encontrar gente que le gusta Regina Spektor...