Leí ayer una entrevista brutal en El País de Chantal Maillard, malagueña de origen belga, que ganó el Premio Nacional de Poesía hace unos años. Como estos días, soy incapaz de leer novelas, compré su poemario (editado en Tusquets). Maillard escribe desde el más profundo dolor y tristeza. Sus poemas entristecen y a la vez sobrecogen al entender que tal vez sólo cuando se está en tan intensa oscuridad, uno alcanza la claridad.
Su poema 'Hilos' y un interesante artículo: http://elmundolibro.elmundo.es/elmundolibro/2004/10/05/poesia/1096977179.html
HILOS
Permanece –¿permanecer?– la carne
herida. Hay cicatriz.
Y la mente –¿la mente?– herida.
¿Herida? No, no hay herida. Si
la hubiese habría sangre. Hay
cicatriz. Tampoco.
Si hubiese cicatriz, sería
evidente. No siempre se ven, dicen.
Ciertas palabras se utilizan
en vez de otras, dicen. Cuando
no hay palabras suficientes.
Mejor cuando no hay
cosa.
La mente acusa sentimientos:
segrega. Hila. La mente, no. No hay.
Sólo hay hilo. Saliva.
La boca seca. No hay saliva. ¿No
la hay? Un hilo forma imagen. La
imagen de un cuerpo. Blanco. Como
todos los que han muerto. No lo he
visto. He visto otros. A ése, no. Pero
forma imagen. El hilo. Algo segrega.
Hambre. Algo dice
hambre. La sacia. ¿Frío?
Algo recuerda la palabra
frío. No la siente. La obvia.
Habrá que levantarse. Aunque sin
saber para qué. Sin saber
tampoco para qué el para qué.
Levantarse y dar vueltas en esta
habitación. O también, cambiar de ha-
bitación. Pero no. Más seguro es
quedarse aquí, tecleando. Un teclado
es algo conocido. Tienen un
sonido peculiar, las teclas,
cuando se las pulsa.
Quedar en lo reconocible.
–¿Quedar?– Permanecer. Ya dije
permanecer. Ya pregunté.
Quedar es permanecer
por menos tiempo.
Siempre se puede partir.
Partir es dar pasos fuera.
Fuera de la habitación.
De la mente, no. –¿Mente?–
Ya pregunté. Y no hay. Hay hilo.
Partir es dar pasos
fuera de la habitación
con el hilo. El mismo hilo.
La palabra silencio dentro.
Dentro de uno –¿uno?
Su poema 'Hilos' y un interesante artículo: http://elmundolibro.elmundo.es/elmundolibro/2004/10/05/poesia/1096977179.html
HILOS
Permanece –¿permanecer?– la carne
herida. Hay cicatriz.
Y la mente –¿la mente?– herida.
¿Herida? No, no hay herida. Si
la hubiese habría sangre. Hay
cicatriz. Tampoco.
Si hubiese cicatriz, sería
evidente. No siempre se ven, dicen.
Ciertas palabras se utilizan
en vez de otras, dicen. Cuando
no hay palabras suficientes.
Mejor cuando no hay
cosa.
La mente acusa sentimientos:
segrega. Hila. La mente, no. No hay.
Sólo hay hilo. Saliva.
La boca seca. No hay saliva. ¿No
la hay? Un hilo forma imagen. La
imagen de un cuerpo. Blanco. Como
todos los que han muerto. No lo he
visto. He visto otros. A ése, no. Pero
forma imagen. El hilo. Algo segrega.
Hambre. Algo dice
hambre. La sacia. ¿Frío?
Algo recuerda la palabra
frío. No la siente. La obvia.
Habrá que levantarse. Aunque sin
saber para qué. Sin saber
tampoco para qué el para qué.
Levantarse y dar vueltas en esta
habitación. O también, cambiar de ha-
bitación. Pero no. Más seguro es
quedarse aquí, tecleando. Un teclado
es algo conocido. Tienen un
sonido peculiar, las teclas,
cuando se las pulsa.
Quedar en lo reconocible.
–¿Quedar?– Permanecer. Ya dije
permanecer. Ya pregunté.
Quedar es permanecer
por menos tiempo.
Siempre se puede partir.
Partir es dar pasos fuera.
Fuera de la habitación.
De la mente, no. –¿Mente?–
Ya pregunté. Y no hay. Hay hilo.
Partir es dar pasos
fuera de la habitación
con el hilo. El mismo hilo.
La palabra silencio dentro.
Dentro de uno –¿uno?
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